Oum piensa: ¿Qué tan conectados estamos? Explorando la adicción digital
Los efectos del exceso de estimulación digital apenas están siendo estudiados, ya que nos encontramos en una frontera nueva para la humanidad. Hace 30 años, las personas no se sometían a la carga de estímulos sintéticos como hoy en día, y esto es algo que ha ido creciendo exponencialmente.
La saturación de estímulos digitales afecta directamente al cerebro y genera efectos profundos en nuestra capacidad de concentración, memoria y estabilidad emocional. El consumo excesivo y rápido de información digital reduce la capacidad de atención y la retención a largo plazo, agotando el sistema nervioso con una constante carga de estrés y adrenalina.
Además, la sobrecarga de dopamina que producen las redes sociales y el entretenimiento en línea genera desensibilización, lo que nos lleva a la pérdida de interés en actividades no digitales y una menor motivación general. Este estímulo constante también inhibe el pensamiento profundo y la creatividad, pues acostumbramos al cerebro a procesar información de forma superficial, sin el espacio mental para reflexionar o resolver problemas de manera efectiva.
Todo esto se complica al impactar nuestra calidad de sueño, ya que la luz azul de las pantallas altera la producción de melatonina y, con el tiempo, causa trastornos del sueño que limitan nuestras capacidades cognitivas y afectan nuestro estado de ánimo. No solo afecta nuestra salud mental, sino también nuestras relaciones personales, al reducir nuestra habilidad para conectar y entender a otros. El costo de la saturación digital es alto, y se refleja en problemas de ansiedad, déficit de habilidades sociales, pérdida de empatía y una desconexión que afecta a todos los niveles.
Esto ya no es un problema que afecta solamente a los adolescentes, es generalizado en toda la población, sin importar el estrato socioeconómico, la raza o la edad.